sábado, abril 17, 2010

La enseñanza del ñu


Resultaba fascinante estar justo en ese momento, maravillado ante uno de los milagros más grandes de la naturaleza: el inicio de una nueva vida.

La hembra ñu se separó silenciosamente de la manada, la pequeña cría estaba por nacer. Poco a poco fue surgiendo, hasta caer a los pies de su madre. Con un gran esfuerzo y tras varios intentos fallidos logró ponerse de pie, con pasos titubeantes y ante una atenta mirada maternal. Bastaron tan sólo unos minutos para adquirir mayor seguridad, y ponerse después a correr y jugar con la felicidad de la vida brillando en sus ojos. El pequeño ñu celebraba ese momento como el gran inicio a la vida.

Este es un gran secreto – me susurró la voz del maestro invisible – en cuanto nacemos olvidamos que nuestra vida no inició en ese momento, y la clave se encuentra en recordar de dónde vinimos.

jueves, abril 08, 2010

La librería (sección 547)


¡Cuántos libros! Miles de volúmenes saturaban las mesas de lectura, los entrepaños de las paredes o simplemente se apilaban en el suelo de la antigua librería.

Estaba tan absorto tomando uno y otro para revisarlos, que no me percaté cuando un individuo de pelo cano se me acercó tendiéndome la mano en un cordial saludo. Nunca antes lo había visto, sin embargo algo en su mirada me resultaba sumamente familiar e inspiraba confianza.

– Los libros que buscas están en la sección 547 – me dijo mientras estrechaba con fuerza mi mano.

Sin decir palabra alguna y sin saber siquiera cómo era que él sabía lo que yo buscaba comencé a caminar por un largo pasillo en el que cada estante lucía pequeñas placas con números gravados. 2, 3... Apenas eran las primeras secciones, por lo que la 547 debería encontrarse mucho más adelante. Conforme andaba, el corredor se iba pareciendo más a un solitario túnel cuyo final no era posible vislumbrar. No sé decir con exactitud si al interior el lugar tenía menos iluminación, si la obscuridad se apoderó de pronto de toda la librería o, simplemente, al cruzar cierto umbral inicié una caída libre hacia la inconsciencia. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y, justo antes de perder el sentido, alcancé a ver con el último rayo de luz a la persona que me había dado la indicación corriendo en un fallido intento por sostenerme.

Regresé de manera abrupta al mundo de las cosas diarias, trayendo conmigo el vértigo que apenas me permitía sentarme en la cama que no dejaba de vibrar como si también ella también fuera parte del movimiento giratorio que todo lo envolvía.

Fue la primera vez que algo, aunque fuera una sensación, atravesara conmigo de un mundo al otro. Ahora solo resta volver algún día para encontrar la sección 547 y consultar los libros que tienen la información que necesito o, en su defecto, localizarla en algún sitio paralelo.