domingo, diciembre 06, 2009

jueves, octubre 22, 2009

Cambio de escudo de la UDLAP


Apreciables señores:

Conforme pasa el tiempo la compleja vida profesional nos va alejando poco a poco de nuestra universidad. Sin embargo, en la mayoría de los casos se trata de un distanciamiento meramente físico, pues bastaba encontrar de pronto el escudo del alma mater en un anuncio, una publicación o una estampa en la parte posterior de un automóvil para devolvernos al instante a ella y despertar todo un cúmulo de bellos y gratos recuerdos.

Por ello, al leer esta mañana el correo que motiva estas líneas, y en el cual refieren el cambio de escudo y logotipo de la UDLAP, he quedado con un sentimiento inefable de pérdida y falta de pertenencia. Ni siquiera puedo opinar con respecto al nuevo, simplemente me es ajeno y no alcanzo a identificarme a través de él con la institución en la cual me formé profesionalmente y de la que tan orgulloso me he sentido siempre.

Los tiempos van cambiando y cada vez son más los elementos que separan a las generaciones. No obstante, hay algunos que las unen y convierten a cada una de ellas en un eslabón de la gran cadena llamada Comunidad Universitaria. Más allá de la moda, la música o el ipod, los viejos, nuevos y próximos UDLA’s teníamos un elemento en común: nuestro escudo.

Lamento profundamente esta decisión la cual considero una auténtica damnatio memoriae que condena al olvido los recuerdos de generaciones pasadas y las divide de tajo de las venideras.

Atentamente

Carlos F. Hampshire Moncada
Exa-UDLAP 79097

lunes, junio 22, 2009

El anillo y la puerta


No me agradan las joyas; sin embargo, al mirar mi mano noté que portaba un gran anillo con un cristal, el cual cambiaba de color según mi estado de ánimo, como si en su interior albergara vapores multicolores que se movieran suave y caprichosamente. Fue gracias al anillo que el enorme perro negro me permitió acercarme lo suficiente a la puerta para decir las palabras indicadas y soplar sobre ella para abrirla.

El tiempo se agotó, así que no pude echar un vistazo al otro lado; pero ya está abierta, será cosa de esperar el momento propicio para cruzarla.

lunes, mayo 18, 2009

QPD Mario Benedetti


LA GENTE QUE ME GUSTA

Primero que todo: Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace.

- Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.

- Me gusta la gente justa con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.

- Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo entre amigos produce más que los caóticos esfuerzos individuales.

- Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.

- Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables a las decisiones de un jefe.

- Me gusta la gente de criterio, la que no traga entero, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.

- Me gusta la gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

- Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, a éstos les llamo mis amigos.

- Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

- Me gusta la gente que trabaja por resultados.

Con gente como ésa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

Mario Benedetti

miércoles, abril 15, 2009

El cuerpo: la gran inversión


Vale la pena reflexionar en lo que dice el siguiente texto de Esther Charabati:

Durante siglos, la salvación se alcanzó a través de la purificación y el engrandecimiento del alma. El cuerpo era desdeñado como la cáscara de una fruta preciada: una envoltura efímera y sin valor, por lo que cualquier cuidado corporal era visto como vanidad. Lo importante era salvar el alma a través de la bondad, el amor, la honestidad y otras virtudes similares.

Con el paso de los siglos el alma ha perdido terreno frente a su gran competidor que se presenta ya no como un recipiente, sino como la expresión misma del alma o incluso como un sustituto: el alma ya no existe, y el cuerpo lo es todo, es dador del sentido de vida e incluso el vehículo de la salvación.

El cuerpo —particularmente en las clases medias y altas— es el lugar de la salud, de la belleza y de la sensualidad, a la vez que un instrumento de trabajo, un capital. Por ello vale la pena invertir en él. La belleza, por ejemplo, se ha convertido, especialmente para las mujeres, en un imperativo casi religioso. Ya no es una característica innata, sino el resultado de un minucioso cuidado. La más astuta, la más sensible para detectar las demandas sociales a su cuerpo, será señalada como triunfadora. Ella está consciente de la importancia de la belleza y toma las decisiones adecuadas para alcanzar la meta, al igual que el ejecutivo exitoso elige los mejores medios para lograr su objetivo. Cada mujer es su propia cultora de belleza, su propia empresaria.

¿Cómo se logra la belleza en una era de consumo? Los recursos son innumerables, y casualmente, todos se adquieren en el mercado: cosméticos que cubren, cremas que evitan, gimnasios que endurecen, pastillas que adelgazan, masajes que modelan, ropa que realza, estéticas que transforman, vitaminas que devuelven. Hoy la triunfadora dedica varias horas diarias al training, cuida su dieta, va con una diseñadora de cejas, viste sólo ropa de marca, toma vitaminas para fortalecer sus uñas, se regala una estancia en un spa, se broncea en alguna cabina, si es necesario recurre a algún tipo de cirugía plástica y se presenta a pedir trabajo, segura de obtenerlo. Ha incrementado su capital y éste le produce dividendos.

Y no sólo ha cambiado su imagen, sino también la propia percepción de su cuerpo. Llega al gimnasio con sus prendas de likra, ajustadas, que realzan su figura y la vuelven sensual. La imagen que le devuelve el espejo es la de una mujer moderna, saludable y deseable. Los muslos y los senos firmes, la cintura disminuida, el bronceado de los que saben vivir, los movimientos desinhibidos.

Ha aprendido a erotizar su cuerpo, es decir a utilizar todo lo que el mercado le ofrece para despertar el deseo de los varones, aunque no tenga intenciones de satisfacerlo. La sensualidad es algo interno, que no todos tenemos la suerte de poseer, pero los colores, las texturas, los movimientos y los gestos aprendidos, bien pueden suplir esa carencia.

Después de tantos años negado y humillado, el cuerpo es redescubierto, pero bajo la forma de un objeto y a través de la oferta del mercado. No avergonzarse de él, asumirse como ser sexuado, pasa por la moda y por la industria de la belleza.

Para Baudrillard la cuestión es clara: "El cuerpo produce ventas. La belleza produce ventas. El erotismo produce ventas."

No cabe duda, revalorar al cuerpo sobre el alma resultó un buen negocio.

miércoles, marzo 11, 2009

Otra ventana


Dicen que el hombre es el único animal que comete más de una vez el mismo error, y cada día estoy más convencido de ello.

Al parecer mi necedad por “catafixiar” las puertas por las ventanas no terminará nunca, aunque debo admitir que en cada ocasión la experiencia tiene matices muy particulares.

Anoche, por ejemplo, intenté nuevamente hacerlo, quedando atorado justo a la mitad del cuerpo. Algo le impedía salir a mis extremidades inferiores, aunque a simple vista no había nada que obstruyera el paso.

Y es que sucede que ese “algo” no es tan sencillo de describir. Resulta que, al parecer, a través de algunas ventanas es posible “conectar” dos momentos diferentes, dos vidas que no tendrían que coincidir en el mismo espacio/tiempo. Mi parte superior estaba en mi presente y, por extraño que parezca, la inferior se encontraba atrapada en un remoto pasado, en el cual mi constitución física era mucho más gruesa que la actual, lo que no le permitía librar la estrecha abertura.

sábado, marzo 07, 2009

martes, marzo 03, 2009

Area restringida


La quietud del desierto casi podía palparse. Quizá por eso resultó tan sorpresivo el rugido de aviones que se escuchó de pronto en el aire. Sin razonarlo demasiado corrí a ocultarme rápidamente tras unos peñascos. La claridad del ambiente permitía admirar un cielo de un azul profundo, mismo que resaltó la imagen de un par de aviones caza que de pronto pasaron sobre mi cabeza.

Ahora entendía el por qué la soledad del lugar. Estaba en una especie de zona militar restringida en algún punto de algo que parecía ser el desierto de California.

Minutos más tarde, ya dentro de un espacioso edificio, me encontré caminando a través de un largo pasillo con piso de cemento flanqueado por sendas zonas de grava rojiza (probablemente tezontle) entre el camino y las paredes prefabricadas. Algo dentro me decía que yo no debía estar en tal sitio; y sin embargo ahí estaba sin saber cómo había llegado.

martes, febrero 10, 2009

Dayambé / Duyumbá

"Llama a Dayambé (Yambé) y a Duyumbá (Yumbá)" Me dijo el joven de color volviendo la cabeza mientras se marchaba.

¿Alguien los conoce?