lunes, junio 22, 2009
El anillo y la puerta
No me agradan las joyas; sin embargo, al mirar mi mano noté que portaba un gran anillo con un cristal, el cual cambiaba de color según mi estado de ánimo, como si en su interior albergara vapores multicolores que se movieran suave y caprichosamente. Fue gracias al anillo que el enorme perro negro me permitió acercarme lo suficiente a la puerta para decir las palabras indicadas y soplar sobre ella para abrirla.
El tiempo se agotó, así que no pude echar un vistazo al otro lado; pero ya está abierta, será cosa de esperar el momento propicio para cruzarla.
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