martes, diciembre 12, 2006

Bacalar (Bitácora de viaje: Domingo 03 de diciembre – parte 2)


No comprendo aún como puede existir tanta belleza en nuestro país de la cual ni siquiera conozcamos su existencia. Bacalar es, sin lugar a dudas, un claro ejemplo de ello.

Dicen que los conquistadores llegaron a la gran Tenochtitlan de noche, por lo que decidieron dormir en alguna de las montañas que la rodeaban y esperar al alba para descender a ella. También cuentan que, a la mañana siguiente, sus atónitos ojos no daban crédito a lo que el sol develó ante ellos: Una grandiosa ciudad que parecía flotar sobre un espejo de agua, mucho más grande y maravillosa que cualquiera que hubiesen visto en el viejo mundo; coloreada de sol y flores, decorada con templos y embellecida con la más refinada gente. Olores, colores… vaya sueño cristalizado en luz y piedra.

Sólo cuando algo inesperado nos devuelve de golpe nuestra capacidad de asombro somos capaces de imaginar semejante experiencia. Eso me sucedió en Bacalar. Nuestra cabaña se encontraba sobre una especie de acantilado, por lo que la puerta daba directamente a la laguna, así que fue ésta y sus muchas pinceladas de azul las que me sorprendieron por la mañana, y comprendí por qué se le conoce como la laguna de los 7 colores.

Yo creo que en sus 42 kilómetros de largo y 2 de ancho decidió habitar un día la transparencia. Enseguida el cielo se enamoró de su hermosura y, tras un bello romance, la desposó y bajó a vivir con ella. De esa unión nacieron 7 hijos, cada uno corresponde a una letra del nombre B a c a l a r y posee un tono de azul diferente.

Esta vasta extensión de aguas poco profundas y suave arena blanca se encuentra enmarcada por manglares y carrizales, de ahí el origen de su nombre Bak halal, que en maya significa “lugar rodeado de carrizos”. La brisa provoca un ligero oleaje que la hace semejarse a los mares caribeños.

Nos comentaron que en sus márgenes se localiza el Cenote Azul, famoso mundialmente (sobre todo por los buceadores experimentados) por la claridad de sus aguas y gran profundidad, desgraciadamente el tiempo era corto y no pudimos visitarlo, buen pretexto para regresar de nuevo muy pronto.

De verdad les recomiendo mucho conocer este paraíso, al cual se puede llegar fácilmente desde Chetumal, aproximadamente a 39 kilómetros tomando la carretera rumbo a Mérida.

Continuará…

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