viernes, diciembre 08, 2006
Belice (Bitácora de viaje: Sábado 02 de diciembre - parte 1)
En verdad no hay como despertar con el canto de las aves y el susurro de la llovizna que se resiste a la mañana. El olor de la hierba mojada, de la humedad de los viejos troncos de ceiba, el suave color de la atmósfera apenas iluminada por los rayos de sol que logran sobrevivir a la niebla y a las hojas de los árboles. El baño con agua fría -que implica el concepto ecológico de las villas- es superado por la promesa de una deliciosa taza de café y un par de huevos a la mexicana que nos aguardan en el comedor.
Dejamos con nostalgia Chicanná y nos dirigimos a Belice, el país más pequeño de América Central. De clima sub-tropical, su capital es Belmopan y abarca una superficie de 22,923 Km2, cuenta con una población aproximada (según algunas fuentes consultadas) de más de 256 mil habitantes. Las lenguas que se hablan son el inglés (lengua oficial), español, maya, garifuna (idioma Caribe) y criollo. Es interesante saber que una gran parte su tierra firme está cubierta de bosque y que el 42% del país está clasificado como área protegida.
Además, por lo que pude investigar la nación es un auténtico crisol de culturas: Mestizos (de sangre maya y española), criollos (descendientes de los africanos y europeos), mayas puros, garífuna (descendientes de los caribes de las islas, los indios Arawak del Caribe del este y los esclavos africanos que escaparon de la esclavitud a finales de 1700), hindúes, menonitas, chinos y rastafarians (movimiento rasta resultado directo de la influencia de Bob Marley sobre la conciencia política y la política caribeña) conviven en este reducido espacio.
Llegamos a Chetumal ya avanzada la mañana. Tras encontrar dónde estacionar el vehículo bajamos a investigar la forma de cruzar la frontera. La información no tardó en llegar, múltiples combies anunciaban con letreros y a viva voz sus servicios gratuitos a la zona libre, así que abordamos una de ellas que nos trasladó a Corozal; así de simple, sin necesidad de mostrar pasaporte u otro trámite aduanal.
Debo reconocer que la parte que visitamos no tiene más atractivo que el saberse en otro país, pues por lo demás no hay diferencia alguna con cualquier tianguis mexicano. Precios muy bajos, muchos productos “pirata”, algunas buenas ofertas, todo en español y pagando en pesos mexicanos (si bien algunas etiquetas muestran el valor en dólares), largas caminatas, algunas compras, la visita obligada al casino y una larga fila para cruzar nuevamente la frontera.
Continuará…
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