lunes, septiembre 01, 2008
La ciudad sin nombre
Viajando con rumbo desconocido en el mundo onírico, llegué por error a la más maravillosa ciudad jamás fundada, una polis modelo de civilidad, orden y armonía, en pleno centro del país.
Una de las características que más atrajo mi atención fue, sin duda, su moderno sistema de vías de comunicación. Si el Distrito Federal se enorgullece de sus segundos pisos, qué decir de esta maravillosa metrópoli de amplias y hermosas avenidas superpuestas en siete niveles, donde los pisos superiores alcanzan al cielo y sus nubes.
Al preguntar el nombre de este fantástico lugar descubrí con sorpresa que sus habitantes decidieron, desde su fundación milenios atrás, no asignarle ninguna denominación. La razón de tan extraña decisión fue conservarla a buen resguardo de malhechores y truhanes; para el hombre poco evolucionado lo que no se puede nombrar deja de existir ante los ojos, aunque se encuentre justo frente a sus narices.
Tal vez por eso esta ciudad se localiza en el centro del territorio, que es la ubicación del corazón. Todo lo que surge de nuestra mente tiene un nombre que lo designa y un apego que lo destruye.
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